
Síntomas del hígado graso
El hígado graso es una acumulación de grasa en el hígado. Existen dos tipos de hígado graso: el hígado graso asociado al alcohol y el hígado graso no asociado al alcohol o metabólico (HGAG). Antes se denominaba hígado graso no alcohólico o NAFLD.
En las primeras fases de la enfermedad, la mayoría de las personas no presentan síntomas y no les causa problemas graves. Sin embargo, en algunos casos puede provocar lesiones hepáticas. La buena noticia es que, si se detecta y controla a tiempo, a menudo se puede prevenir o incluso revertir la enfermedad del hígado graso con cambios en el estilo de vida.
El hígado se encarga de digerir los alimentos y eliminar las sustancias tóxicas del organismo. Es saludable tener algo de grasa en el hígado, pero si ésta se acumula puede provocar la enfermedad del hígado graso. Tener demasiada grasa en el hígado puede interrumpir el proceso de filtración. Aunque el hígado puede repararse por sí solo cuando sufre daños leves, los daños graves pueden derivar en cirrosis hepática. Esto puede provocar cáncer de hígado e insuficiencia hepática. Las personas con hígado graso también corren mayor riesgo de sufrir problemas cardiacos, enfermedades renales y accidentes cerebrovasculares. Más información sobre las enfermedades hepáticas.
Tratamiento del hígado graso
La enfermedad del hígado graso, como su nombre indica, es un trastorno médico causado por la acumulación de grasa en el hígado. Existen dos tipos principales: la inducida por el alcohol (causada por el consumo excesivo de alcohol) y la no alcohólica (se produce aunque nunca se haya bebido). Alrededor del 5% de la población estadounidense padece hígado graso alcohólico. Y aproximadamente 100 millones de personas en EE.UU. padecen hígado graso no alcohólico (HGNA); es la enfermedad hepática más frecuente en niños. La forma más grave se denomina esteatohepatitis del hígado graso no alcohólico (EHGNA), que puede evolucionar a enfermedades más graves como la cirrosis y el cáncer de hígado. Independientemente del tipo que padezca, el mejor tratamiento es un cambio en el estilo de vida -que incluya perder peso, evitar el alcohol y seguir una dieta para el hígado graso- para revertir la afección hepática.
Para combatir la enfermedad del hígado graso, es esencial realizar cambios estratégicos y duraderos en la dieta, en lugar de limitarse a evitar o integrar alimentos al azar aquí y allá. “La parte más importante de estos cambios es que deben ser sostenibles”, dice Aymin Delgado-Borrego, MD, gastroenterólogo pediátrico y de adultos jóvenes y especialista en salud pública en Kidz Medical Services en Florida. En general, la mejor dieta para el hígado graso incluye:
Hígado graso de frutas
El hígado graso es frecuente, sobre todo en personas diabéticas y con sobrepeso. Aunque puede no causar ningún síntoma, puede acarrear importantes problemas de salud. Cambiar el estilo de vida es fundamental para prevenirla y mejorarla.
Un hígado sano contiene muy poca o ninguna grasa. Si se bebe demasiado alcohol o se come demasiado, el cuerpo transforma parte de las calorías en grasa. Esta grasa se almacena en las células hepáticas.
Algunas personas tienen hígado graso debido a otras enfermedades, como el síndrome de ovario poliquístico (SOP), la hepatitis B crónica, la hepatitis C crónica o la hemocromatosis (una anomalía genética del almacenamiento del hierro), o reacciones a fármacos como el kava o medicamentos como los esteroides o la quimioterapia.
El médico diagnosticará el hígado graso hablando primero con usted y examinándole después. Es posible que le pida que se haga un análisis de sangre llamado prueba de la función hepática para ver la salud de su hígado. También puede pedirle que se haga una ecografía o una resonancia magnética.
Plan dietético para la cirrosis hepática
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La enfermedad del hígado graso se caracteriza por la presencia de cantidades anormales de grasa en el hígado, lo que se denomina esteatosis. Si tiene grasa en el hígado pero ningún otro daño, se cree que padece una enfermedad del hígado graso no alcohólico (HGNA). Si no se trata, puede producirse inflamación y daño hepatocelular, causando una enfermedad denominada esteatohepatitis no alcohólica (EHNA). La EHNA se asocia a cirrosis, enfermedad hepática terminal y trasplante de hígado, y a menudo a enfermedades cardiovasculares.
Los cambios dietéticos que inducen la pérdida de peso y añaden alimentos ricos en nutrientes y antioxidantes, como frutas y verduras, pueden revertir o prevenir la progresión de la enfermedad. También es importante limitar los carbohidratos refinados, los azúcares simples, los alimentos fritos, los alimentos procesados y los alimentos ricos en grasas saturadas.